Más allá del dinero

Más allá del dinero

Aun cuando los tiempos actuales intentan enfocarnos a dar valor al trabajo por el monto

que se puede percibir económicamente, hay que recordar que existen satisfacciones que no

pueden ser compradas con todo el dinero del mundo, como, por ejemplo, el poder decir:

“Cuando he estado trabajando todo el día, un buen atardecer me sale al encuentro”.

No cabe la menor duda: si desarrollamos el oficio que la vida ha puesto en nuestras manos

con la intención de servir a nuestros semejantes, si admitimos que esos dones que

gratuitamente hemos recibido son para ejercitar la ocupación elegida, si tomamos

conciencia de que nuestra labor coadyuva a conseguir el fin mismo de nuestra propia

existencia, si alcanzamos a comprender que trabajar es servir, entonces empezaremos a

desempeñar nuestro trabajo no sólo más productivamente, sino con alegría y pasión, pues

así el oficio que cada día emprendemos tendría un nuevo significado, más profundo, más

grandioso.

Bien lo dice Gibrán: “El trabajo es el amor hecho visible. Y si no podéis trabajar con amor,

sino solamente con disgusto, es mejor que dejéis vuestra tarea y os sentéis a la puerta del

templo y recibáis limosna de los que trabajan gozosamente. Porque, si horneáis el pan con

indiferencia estáis horneando un pan amargo que no calma más que a medias el hambre

del hombre. Y si refunfuñáis al apretar las uvas, vuestro murmurar destila un veneno en el

vino. Y si cantáis, aunque fuera como los ángeles, y no amáis el cantar, estáis

ensordeciendo los oídos de los hombres para las voces del día y las voces de la noche”.